Veinte años del horror del 11-S: “Me dijeron que murieron todos con los que había estado 7 minutos antes”
El doctor Luis Rojas-Marcos, responsable del sistema de salud neoyorkino en 2001, recuerda el terror de ver los cuerpos caer contra el pavimento
Madrid - Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Cuando se cumplen dos décadas desde que dos aviones se estrellaron en un atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York en un 11 de septiembre que estremeció al mundo entero: los inexpugnables Estados Unidos habían sido atacados desde dentro. Un incidente que se cobró casi un total de 3.000 víctimas, pero también muchas historias de superación y solidaridad, como la de William, que tenía que haber estado e el piso 106 desayunando. Rescató a 15 personas y ayudó a los servicios de emergencias al entregar su llave maestra para salvar a un grupo de 100 personas más.
Una de esas historias es la del psiquiatra Luis Rojas-Marcos, director del sistema de salud de Nueva York, máximo responsable de aquellos servicios públicos de la ciudad cuando tuvieron lugar los hechos. “Cuando me avisaron de que había chocado el avión estaba a 10 minutos de las Torres Gemelas. Incluso antes de que impactase el segundo avión me fui con el jefe de bomberos a un puesto que habían dispuesto en la calle de enfrente y, allí, tuvo lugar un escenario conmovedor que no se me olvidará”, recordaba este domingo en Fin de Semana de COPE.
Una imagen terrible que le ha acompañado en los últimos 20 años: “Veía esas dos torres ardiendo, como si fuera la entrada al infierno, imágenes de ejecutivos agarrados de fuera de los marcos de las ventanas y el recuerdo imborrable de los cuerpos de hombres y mujeres que se tiraban y caían al abismo. Un trayecto interminable que culminaba con un golpe seco contra el pavimento o estampándose estrepitosamente en la claraboya del techo del Hotel Marriott”.
Se salvó por el gesto de un desconocido
Y es que, si no fuera por el gesto de un desconocido, el doctor habría muerto aquel 11-S. “Estaba en el puesto de mando de los bomberos y se me ocurrió que debería llamar al hospital más cercano para que se preparasen. No me funcionaba el móvil y, un señor que yo conocía, se me acerca y me ofreció una oficina para llamar desde un teléfono fijo”. Un simple gesto que le salvó la vida. “Estando en el Financial Center cae la primera torre. Yo no lo vi, pero aquello se movía, un ruido enorme y, al salir, vi las huídas de terror. Por la tarde, cuando me reuní con el alcalde, me dijeron que en el puesto de vigilancia de los bomberos habían muerto todos. Me salvé por unos 7 minutos y por el desconocido que me ofreció ir a llamar desde un fijo”, confiesa el doctor a Cristina López Schlichting.
“Uno se pregunta qué suerte tuve y qué mala los compañeros. En este caso, el gesto solidario de un señor que no conocía y que no volví a ver en mi vida, me salvó la vida. Es una prueba más de que la mayoría de los seres humanos somos solidarios, ayudamos a los demás y, en ese proceso que vimos en el 11-S, nos protege del pánico”, reconoce.
El crecimiento postraumático tras el 11-S
Pero no todo es horror en el recuerdo del doctor Rojas-Marcos, también mensajes de amor y cariño. “Un individuo como yo, que emigró a esta ciudad hace más de 50 años, me preguntaba qué hacía ahí. Se me grababan los mensajes que mandaban desde sus móviles las personas que estaban en estos cuatro aviones o, incluso, en las torres. Para despedirse. Palabras sencillas de amor, 'te quiero', 'cuídate mucho', 'un beso', 'sé feliz', antes de perderse en ese infinito. Palabras que al final fueron reliquias para los que nos quedamos atrás. Me impresionó mucho esas filas de personas en los hospitales exigiendo que no se iban de ahí hasta que no donasen sangre. Ese altruismo también fue una parte muy importante de esta tragedia”.
“Luego, con el tiempo, vimos el crecimiento postraumático. Hay personas que, en ese proceso de superar tragedias como estas, descubren en ellos mismos cualidades que desconocían y que, con el tiempo, les vuelve a configurar valores e ilusiones y que ahora se consideran mejores personas. No es el dolor en sí, es su lucha para superar esa tragedia que descubren cualidades dentro de ellas mismas que desconocían”, concluye.