‘Crónicas perplejas’: “¿Cuánto hay de ti en la persona que se muestra en tu Instagram, tu Twitter o Facebook?"

Habla Antonio Agredano de las redes sociales

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‘Crónicas perplejas’: “¿Cuánto hay de ti en la persona que se muestra en tu Instagram, tu Twitter o Facebook?"

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Así nos lo cuenta Agredano:

Ni siquiera es que vendamos nuestras vidas en redes sociales, es que las regalamos. Antes se escribían diarios, ahora nos hacemos selfis en los cuartos de baño. Nada en contra. Yo siempre a favor del espectáculo.

Cuando un escritor saca una nueva novela está obligado a contestar cien veces la siguiente pregunta: ¿Cuánto hay de ti en tu personaje? Con las redes sociales ocurre algo parecido: ¿Cuánto hay de ti en la persona que se muestra en tu Instagram, o en tu Twitter, o en tu Facebook? Algunos dicen que ellos son así. Que son naturales. Que escriben lo que piensan. Pero sabemos que las redes son un universo aparte, con sus propias fuerzas, con sus exigencias. Con sus tribus. Con su tiranía de aplausos. Su impunidad. Y que alguien que te llama imbécil en Twitter quizá no se atreva a decírtelo en la barra de un bar, afortunadamente. O que quizá no somos tan felices como para ponernos a bailar, y a grabarlo, en cualquier parte.

Hay un punto ciego en toda red social. Siempre hay un nosotros oculto. Un trampantojo. Queramos o no, por más sinceridad que enarbolemos, las redes son una ficción. Y está bien así. Vanidad y literatura. No lo critico, al contrario, me parece un alivio poder salir un poco de mí mismo. Qué pesadilla tener que ser yo todo el rato. Que maravillosa fuga de nuestras rutinas.

Y algo más, además de la evasión, que defiendo como algo imprescindible. Creo que nada solivianta más que la belleza. Sé que hasta la perfección es debatible, pero me gusta que la gente aspire a cierta hermosura. Que se mire a los espejos, que busque su perfil bueno, o que dispare fotos al horizonte o que busque el contraluz en las imágenes de sus platos de sushi. Lo contrario a la belleza no es la fealdad, sino el abandono. Creer que no hay que brillar. Que es mejor ser como todo el mundo es. No arriesgarte, no hacer ruido, criticar desde el dulce anonimato. Cuestionarlo todo sin darle al mundo la oportunidad de cuestionarte a ti. Estar sin estar. Señalar con el dedo. La cosa es fácil: tras veinte fotos y tres filtros, todos somos guapos. Narciso se ahogó mientras contemplaba su propia imagen en el espejo de la laguna. Es una muerte horrible, pero peor es morir ahogado en el miedo a mostrar a los demás una preciosa parte de lo que eres.

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