‘Crónicas perplejas’: “Se rompe lo que amamos y lo que ya no queremos, por desgracia, funciona perfectamente"
Habla Antonio Agredano de esas cositas domésticas que perduran en el tiempo aunque queramos que se rompan
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.
El timbre de mi casa lleva dos años roto. Es malo para Amazon, pero bueno para todo lo demás. No se me ocurre peor castigo en la vida que tener un vecino amable. Tras su preocupación doméstica, sólo se esconde aburrimiento y ganas de enredar. Con esto de la avería del timbre, me he olvidado de ese problema. Que lo entretenga el del 1ºA, que ese tiene el botoncito nuevo, que el del 1ºB, o sea yo, ni se entera de que están llamando a la puerta.
Las cosas rotas a veces funcionan mejor que las cosas nuevas. Regalaron a mis hijos un mono de plástico que iba en una bicicleta haciendo un ruido horroroso, con muchas luces, un mono realmente odioso, un mono incansable, un escándalo, al que, sorprendentemente, mis hijos adoraban. Un día el mono se precipitó por una escalera. Mis hijos me trajeron al mono descuajeringado, sujetándolo con sus manitas como pidiendo un milagro a su papi. Se me encogió el corazón. Rápidamente fui a por el destornillador y el pegamento. Me senté ceremoniosamente con ellos y tras fingir un par de giros de tornillos y voltear el juguete muy serio, les dije: “Es imposible arreglarlo, lo siento”. Es que ni lo intenté. Anda ya, el mono. Mis hijos lloraron. Yo sonreí por dentro. Y a la basura el muñeco. Tanta paz lleve como descanso deja.
Las cosas que funcionan bien son exasperantes. Me compré una televisión en el 2007. Me salió buenísima, la hija de su madre. Tanto que aún funciona. Como va tan bien, me da cosa cambiarla, me parece una frivolidad, un dispendio. El problema es que no sólo no es una Smart TV, sino que es un poco Silly Tv. Lo más moderno que tiene es el Teletexto. Y además se ha quedado pequeña. Yo me hago viejo y ya cada vez veo menos de lejos. Vi ‘Juego de Tronos’ y me pensaba que los dragones eran agapornis. Me pongo el FIFA y es que no veo ni la pelotita. Estoy loco porque se rompa, que cruja un día, que la tire un niño. Lo que sea. Pero ahí sigue. Me ha conocido ya cuatro novias, la tele. Qué seguía es. No digo la marca para que no caigáis en la trampa. Veo la tele y me acuerdo del mono.
Y luego están las bicicletas estáticas, por ejemplo, otra cosa que no se rompe nunca. Jamás se rompe una. Uno las compra con ilusión y al mes ya las ha abandonado. Y mientras funcionan, claro, dura la culpa. Las bicis te observan por las mañanas ahí en una esquina del cuarto. Se te quedan mirando mientras vas a la cocina a comer ruffles. Son jueces con pedales. Qué perchero tan caro, las bicicletas estáticas. En fin, que pasa con las cositas domésticas como pasa con la vida en general, y siempre es igual, que se rompe lo que amamos y lo que ya no queremos, para nuestra desgracia, funciona perfectamente. Qué cruz.
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