LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA
El día a día de una mujer TEDAX: "Un traje de 30 kilos para desactivar un explosivo a contrarreloj"
En "La Noche de Adolfo Arjona", la jefa de los TEDAX Rocío Cano, nos visita con motivo del 200 aniversario del Cuerpo Nacional de Policía
Sevilla - Publicado el
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Cinco siglas: TEDAX. La unidad de Desactivación de Artefactos Explosivos es la destinada a desactivar explosivos. En esta unidad trabajan más de 300 policías. Las mujeres no llegan a la veintena. Una de ellas es Rocío Cano, jefa de sección operativa del centro de investigación terrorista de la Policía Nacional.
Entró en la Policía hace 25 años. Licenciada en Químicas, pensó que su destino sería la Policía Científica. Hasta que descubrió que podía ser Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TÉDAX). Desde entonces, a cada llamada acude con su equipo para desactivar artefactos que pueden estallar en cualquier momento.
Para hacerlo, esta mujer se pone un traje que pesa más de treinta kilos y en el que solo quedan libre sus manos. Le ha contado a Adolfo Arjona cómo es su día a día. Ahora que ETA ha dejado las armas, su trabajo se centra en “atender a todas las llamadas relacionadas con artefactos explosivo y otros compuestos por agentes nucleares, químicos o radiológicos.”
El traje que viste pesa en torno a treinta kilos." También llevamos un casco de protección que pesa seis kilos. Protege del impacto, del calor y otros factores. Es muy incómodo de llevar aporque supone un estrés térmico importante. Además, con el traje, trabajamos con una mayor dificultad".
Recuerda perfectamente la primera vez que se lo puso. “Eso no se olvida nunca. Lo recuerdo perfectamente. Sentía una falsa seguridad. Me lo puse con ganas y motivación. Fui hacia el objetivo que en era un artefacto real reglamentario, actué de la forma más rápida y mejor que supe, y aquí estoy contándolo”.
La agente le ha contado a Arjona cómo es la actuación de los TEDAX desde que reciben el aviso. Los primeros minutos son fundamentales: “Cuando recibimos la llamada, empezamos a recabar información de todo tipo. Después seleccionamos el material que vamos a llevar y nos dirigimos hacia el lugar de los hechos”.
Cuando es bueno sentir miedo
Una vez en la calle, el miedo siempre está presente. “Siento miedo, pero creo que es algo positivo porque nos hace reaccionar de forma tranquila. Bien controlado ayuda a que no hagamos cosas indebidas”.
Están entrenados para saber que el primer error es el último. “No podemos tener inseguridad. Tienes que actuar. Cuando estás manipulando el artefacto, simplemente lo haces, pero no lo piensas. Llegas hasta el paquete o el sobre. Una vez allí trabajas sin pensar, y lo haces de la forma más rápida posible.” Sí admite que ya en frío, cuando llega a casa, es consciente del riesgo. Lo admite. No ha llorado, pero ha tenido que compartir muchas horas con la angustia.
Un guerrero en el GEO
Miguel Jarque forma parte del Grupo Especial de Operaciones, una unidad que se creó en los años de la Transición. El primer curso de acceso a esta Unidad fue convocado en 1977, y se inspiró en el grupo antiterrorista alemán GSG-9 . Superó las pruebas de la unidad especial de la Policía Nacional en 1979 y ha estado en la primera línea durante catorce años.
Su objetivo: luchar contra el terrorismo y los grupos de delincuencia organizada de la España de los años 70. Solo cinco de cada cien aspirantes consiguen convertirse en GEO. En cifras, a lo largo de su historia han detenido a más de setenta y cinco comandos terroristas y han liberado a unos quinientos rehenes.
En “La Noche de Adolfo Arjona” recuerda su primer rescate. Era un frío 7 de febrero de 1981. La noticia saltó a todos los medios. No se hablaba de otra cosa: Dos hombres habían atracado el Banco Vizcaya de Bilbao. Y lo peor de todo: Tenían a cinco rehenes. Tras siete horas de una enorme tensión, su comando consiguió que los atracadores se entregaran. Miguel tenía solo 24 años.
En cuanto a las pruebas para convertirse en GEO, nos cuenta que "hay mucho de leyenda, aunque trascienden casos reales". Hay quienes dicen que que los aspirantes tienen que ver una película a las tres de la mañana tres o cuatro veces seguidas, a oscuras y tomando notas. Después les examinan sobre el color de los calcetines de uno de los actores, y lo peor es que ese examen puede ser tras una marcha de veinticuatro horas por el monte cargados con un compañero a la espalda.
Un buceador de combate
Reconoce que las pruebas se han ido endureciendo con el tiempo. Hoy son extraordinariamente duras, sobre todo las psicológicas. “En nuestra época no fue tan exhaustivo. Recuerdo que en aquella época, en el año 78, las pruebas eran más sencillas comparadas con las de ahora. Había pruebas de decisión, natación y muchas más. La novedad en los primeros años fueron las pruebas psicológicas”.
Dentro de los GEO, no todos los agentes tienen la misma especialización. Los hay expertos en artes marciales, combate, escalada urbana, armamento y tiro, manejo de explosivos, técnicas de asalto, dispositivos contra francotiradores o incidentes con rehenes. En sus años como GEO se especializó como buceador de combate. Aunque sí, también tuvo que disparar.
"Antes que policía y GEO , soy persona. He disparado pero no he tenido que abatir a ningún delincuente porque no ha sido necesario. Cuando sale un disparo del arma, es porque no hay más opciones". Ha vivido momentos duros. Ha sido atacado en operaciones: "ha habido intercambios de disparos, aunque nunca me han herido de bala”.
Han cambiado mucho las cosas en los últimos años. "Al principio no había medios. Después teníamos un mensáfono que emitía pitidos de alerta. Si hay tiempo, el jefe reúne a los jefes de equipo y se activa el protocolo, que varía según la situación”
Reconoce que un GEO puede llevar una vida normal. En su caso, su familia siempre ha sabido a qué se dedicaba. Es más, “Mi vida ha sido de lo más normal. Tengo una mujer y dos hijas. Para mí, la familia ha sido mi refugio. Ha sido el equilibrio perfecto para un guerrero".
Rocío y Miguel, dos agentes de la Policía Nacional que han dedicado sus vidas a salvar las de otros. Personas que no conocen. A las que nunca han visto. Y sin embargo, se juegan el tipo cada día. Los dos coinciden en algo, insisten en que son personas normales, como el resto. (Discrepamos).
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