El pueblo reza por su Papa
Hablo de ese “santo pueblo fiel” al que se refiere con frecuencia Francisco: gente quizás no demasiado docta ni tampoco moralmente perfecta
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Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 17 de febrero
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La gente sencilla, los hombres y mujeres que conforman ese cuerpo frágil, pero misteriosamente resistente que es la Iglesia, rezan estos días por la salud del Papa Francisco, ingresado en el hospital Gemelli de Roma para ser tratado de una bronquitis que, tratándose de un hombre de 88 años, no es ninguna broma. Hablo de ese “santo pueblo fiel” al que se refiere con frecuencia Francisco: gente quizás no demasiado docta ni tampoco moralmente perfecta, gente que no se dedica preferentemente a discutir, sino que vive de la fe, que cae y se levanta, esos que siguiendo el viejo adagio dicen “el Papa es el Papa”, en vez de dedicarse a ponerle nota, o incluso a intentar salvarle de sus errores. Bueno, de estos hemos tenido siempre en la historia hispana. Pues bien, la inmensa mayoría, aunque no hagan ruido (quizás deberían hacer un poco más), han rezado con más intensidad porque sucede algo bastante habitual en la historia de la Iglesia: que un Papa anciano está enfermo. En condiciones “discretas”, decía el primer parte médico, lo cual se traduce así en román paladino: hay motivo para preocuparse.
Desde hace dos mil años, cuando el Papa está enfermo o en peligro, el pueblo cristiano reza por él. Reza con la conciencia de que ese hombre pobre, lleno de limitaciones como todos, ha sido llamado a suceder a Pedro, el pescador de Galilea, y eso es algo tremendo y al mismo tiempo precioso para cada fiel cristiano. Y reza con gratitud, porque ese hombre llamado a ser el centro de unidad de la Iglesia, a confirmar a cada bautizado en la verdadera fe, y a ser, en palabras de Santa Catalina de Siena, “el dulce Cristo en la tierra”, siempre parece estar sobrepasado. Y no es para menos.
Desde luego, la Iglesia no se descompone porque el Papa esté enfermo, ni se agita más de la cuenta cuando le llega el momento de morir, que a todos llega. Ha sucedido unas cuantas veces ya y la barca sigue, porque la lleva el Señor. Pero, entretanto, damos gracias por la dedicación y el sacrificio del Papa y pedimos insistentemente por él.