Se levanta la tormenta, pero sigamos adelante

José Luis Restán reflexiona sobre las palabras de un cardenal canadiense sobre el momento que vive la Iglesia

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Se levanta la tormenta, pero sigamos adelante

José Luis Restán

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Canadá es uno de los países donde el abandono de la tradición cristiana y la práctica de un laicismo político y cultural ha sido más extremo. Por eso me ha interesado especialmente el testimonio del cardenal de Toronto, Thomas Collins, al llegar el momento de su retiro. “Se levanta la tormenta, las olas son cada vez más altas, pero ¡sigamos adelante!”, dice en una entrevista concedida al periódico The Pillar. Collins ha librado muchas batallas, por ejemplo, la de la ley de eutanasia, una de las más radicales del mundo.

El viejo cardenal sabe que hay muchas nubes en el horizonte, pero afirma que las nubes no son lo único, para nada. Y habla con pasión de su seminario, de tantos buenos maestros en las escuelas católicas de la diócesis, en los nuevos recursos para cuidados paliativos y en un centro para personas sin hogar que acaba de bendecir. “He tratado de dedicar el 80% de mi atención a las cosas buenas que podemos construir, y el 20% a las discusiones y luchas en torno a legislaciones negativas… esto último no puede desviar nuestra atención de encender la luz y construir para el futuro”. Eso significa promover una vida vibrante en las parroquias, formar a los sacerdotes y a los laicos, cuidar a los más necesitados y evangelizar la cultura.

Piensa que ahora, más que nunca, necesitamos profundizar en las raíces de nuestra fe. Y sugiere que no nos dejemos absorber por las polémicas, porque en la historia de la Iglesia han sucedido muchas cosas duras, pero el Evangelio no cambia. En ese sentido, dice con cierta ironía, “no hay nada nuevo bajo el sol”. El cardenal Collins se ha curtido en muchos debates pero, sobre todo, ha sido un hombre de fe, un seguidor alegre de Jesucristo, un padre para su diócesis. Las oscuridades del tiempo presente nunca le han impedido reconocer la gran luz de Cristo: “cuando me siento frustrado o enfadado, me recuerdo a mí mismo lo que realmente importa: ¡Cristo vence!”. El resto vendrá como sea.

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