Una nutricionista señala una consecuencia fatal de comer con estrés y ansiedad: "Pasa a medio o largo plazo"

Elisa Blázquez señala a Carlos Moreno 'El Pulpo' y Rosa Rosado el resultado de comer rápido, engullir los alimentos y no masticar mucho cada pieza de comida

José Manuel Nieto

Publicado el

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En la sociedad actual, vivimos a un ritmo frenético y a menudo sin pausas para respirar, lo que incrementa nuestros niveles de estrés. Este estrés no solo impacta nuestra mente y emociones, sino que también se refleja en nuestra alimentación y digestión. En Poniendo las Calles, Carlos Moreno 'El Pulpo' y Rosa Rosado charlaron con la nutricionista Elisa Blázquez sobre cómo el estrés puede influir en lo que comemos, cómo comemos y las consecuencias de no gestionar adecuadamente la alimentación en tiempos de presión.

El estrés tiene un efecto inmediato en nuestra alimentación. Según Elisa Blázquez, el estrés nos lleva a optar por soluciones rápidas y fáciles cuando se trata de la comida. "Vivimos a un ritmo tan frenético que pensar en hacer una compra controlada y cocinar nos genera mucho más estrés", explica Elisa. Esta falta de tiempo y organización a menudo nos lleva a elegir alimentos ultraprocesados, preelaborados y altos en azúcares, que son más fáciles de consumir cuando estamos ocupados, pero que carecen de los nutrientes esenciales que nuestro cuerpo necesita.

Además, el estrés puede generar una serie de problemas digestivos. Cuando estamos en un estado de alerta constante, nuestro cuerpo se prepara para "la lucha o la huida", redirigiendo su energía hacia estos procesos primitivos y bloqueando funciones como la digestión. Elisa señala que, "cuando estamos estresados, el sistema digestivo también se ve afectado. 

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El intestino se paraliza, las secreciones gástricas no son las adecuadas y la digestión se vuelve ineficaz". Esto hace que no solo comamos mal, sino que nuestro cuerpo no procese correctamente los alimentos que ingerimos, generando problemas como gastritis o desequilibrios bacterianos en el intestino (dysbiosis).

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El estrés no solo influye en lo que comemos, sino también en cómo lo comemos. En momentos de tensión, tendemos a comer de forma acelerada, sin dedicarle el tiempo necesario a masticar adecuadamente los alimentos. Este hábito tiene consecuencias directas sobre la digestión y el bienestar general. 

"Cuando estamos estresados, comemos a toda velocidad, no masticamos bien y esto perjudica nuestra digestión", indica Elisa Blázquez. Masticar adecuadamente es clave para facilitar la digestión, ya que el proceso de triturar los alimentos antes de tragar reduce el esfuerzo del sistema digestivo y mejora la absorción de nutrientes.

      
             
      

Elisa añade que, si seguimos comiendo de esta manera durante mucho tiempo, los problemas digestivos se acentúan. "A medio o largo plazo, esta mala digestión puede derivar en gastritis, desequilibrios bacterianos y otros problemas gástricos que merman nuestra calidad de vida", explica la nutricionista. El estrés, al ser un factor constante, crea un círculo vicioso: comemos mal, mal digerimos los alimentos, y esto, a su vez, nos genera más estrés.

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Aunque vivir bajo estrés parece ser una constante en la vida moderna, Elisa Blázquez ofrece algunos consejos prácticos para mejorar nuestra relación con la comida y reducir sus efectos negativos. Una de las primeras recomendaciones es, precisamente, tratar de comer de forma más consciente y tranquila. "Antes de empezar a comer, respira profundamente o cuenta hasta 10", sugiere Elisa. Esta simple práctica de relajación activa el nervio vago, que está vinculado con el sistema parasimpático (responsable de las funciones de reposo y digestión), lo que facilita una mejor digestión.

Una nutricionista señala una consecuencia fatal

Además, es importante masticar bien los alimentos. Elisa aclara que no es necesario llegar a los extremos de masticar 30 veces cada bocado, como algunos sugieren, pero sí es esencial "triturar los alimentos lo suficiente para que el sistema digestivo no tenga que hacer un esfuerzo adicional". Comer más despacio y prestar atención a lo que estamos comiendo puede marcar la diferencia.

      
             
      

Uno de los grandes retos cuando estamos estresados es la falta de tiempo y la organización. Sin embargo, Elisa destaca que una buena planificación alimentaria puede ayudarnos a evitar las prisas y la mala elección de alimentos. "Si somos capaces de hacer una compra organizada y preparar la comida con antelación, podremos tomar decisiones más saludables y evitar recurrir a los ultraprocesados", sugiere. La clave está en encontrar ese equilibrio entre el tiempo y la calidad de la comida, de modo que, aunque estemos ocupados, no descuidemos nuestra salud.