La extraña petición de una joven extremeña al vigilante de una residencia estudiantil en Madrid: "Inmadurez"
Alberto le cuenta a Carlos Moreno 'El Pulpo' en Poniendo las Calles una anécdota que le sucedió mientras trabajaba en un centro de la capital de España
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Los vigilantes de seguridad, los camareros, los taxistas... Son algunas profesiones en las que saber hablar con el cliente o la persona a la que atiendes es primordial. Por ello, su capacidad de mantener una conversación es mayor, o, por lo menos, debería serlo.
En Poniendo las Calles, Carlos Moreno 'El Pulpo' ha charlado esta noche con Alberto, un ponedor que trabaja por las noches como vigilante de seguridad en el Colegio de Huérfanos Ferroviarios de Madrid. Allí, guarda y protege a los universitarios que se hospedan y viven durante su estancia de estudios mayores y, además, tiene más de una anécdota que contar.
¿Dónde vivir si acabas de entrar en la Universidad?
Uno de los quebraderos de cabeza del estudiante universitario, más allá de elegir el grado que van a estudiar, es elegir dónde se van a alojar cuando la universidad está fuera de su provincia. El estudiante que se desplaza fuera tiene básicamente tres opciones de alojamiento: alquilar un piso o una habitación; conseguir una plaza en una residencia universitaria; o entrar en un colegio mayor. El primer caso, el más habitual entre los estudiantes, con sus pros y sus contras.
El problema que tienen muchos de los propietarios, es que están acostumbrados a alquileres de largo plazo y cuando llega un estudiante de fuera unos meses no tiene casi casas. En muchas ocasiones hay una escasez de pisos para alquilar a los estudiantes.
Alberto y sus anécdotas como vigilante
Lo primero que quiso explicar Alberto es que él no trabaja en un colegio mayor, sino que lo hace en una residencia: "Esto es como un hotel. Aquí los chicos y las chicas tienen libertad absoluta para entrar y salir a la hora que quieran, menos 2 que son menores de edad, que tienen 17 años para 18, pues ellos sí que están más controlados, el resto tiene libertad".
En este tipo de residencias, la convivencia entre personas de diferentes partes del mundo y de España es casi obligada. De Murcia, Cataluña, Cuenca, Bilbao... Incluso Alberto ha coincidido con gente de su propia tierra: "Había una niña extremeña, que yo soy extremeño también, que siempre que se iba el fin de semana, me avisaba y yo le pedía que me trajera cosas de allí. La verdad que el ambiente con ellos es inmejorable".
Pero no solo le tienen como vigilante. Alberto ha tenido que hacer de psicólogo, de consejero del amor, incluso: "Había una chica, tendría unos 18 o 19 años y se enamoró de un chaval. Y me vino una noche llorando, y yo le pregunté que qué le pasaba. Seguía llorando y ya me contó que este chico le había dejado".
Sin embargo, ahí no acaba la cosa: "Su compañera de habitación, porque eran habitaciones compartidas, vino y me dijo que se quería suicidar, pero claro, yo pensé que la distancia con el suelo desde la ventana era muy pequeña como para que se hiciera algo. Y ya me contó su compañera que no, que se había tomado pastillas. Entonces tuve que llamar yo a la madre a altas horas de la noche y tuvo que venir para que al final todo fuera mentira, cosas de la inmadurez al fin y al cabo".