El dolor de una hija tras perder a su padre por coronavirus: "Eres mi padre, siempre"
Como tantos fallecidos estas semanas, el cuerpo del padre de Elena no pudo ser velado para evitar aglomeraciones que propicien la propagación del COVID-19
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El último año del padre de Elena ha sido tortuoso. Falleció hace unos días, tras dar positivo por coronavirus. Es uno de los más de 6.500 fallecidos por el contagio de este virus que tanto amenaza nuestro bienestar y nuestro día a día. No obstante, la salud de su padre estaba muy deteriorada tras tratarse de un tumor.
Este 28 de marzo hubiera cumplido 73 años. Por este motivo, Elena ha hecho llegar al correo habilitado por COPE.es copecontigo@cope.es. una carta en la que se despedía de su padre, y ha relatado la dura batalla que ha librado en los últimos meses. Como está sucediendo con las personas que fallecen en las últimas semanas, como consecuencia del COVID-19 o de otra enfermedad, sus cuerpos no pueden ser velados para evitar contagios. Por desgracia, mueren en soledad. Un hecho que duele especialmente a Elena, tal y como revela en la misiva.
Elena dedica una carta a su padre fallecido
"Hoy, 28 de marzo, es tu cumpleaños Papá. 73. Aunque este no podremos celebrarlo, y el año pasado te lo saltaste directamente. Mamá sigue sin poder salir de casa por haber estado contigo unos minutos antes de que saliera esa maldita prueba positiva y te arrancaran de su lado. Quiero que sepas, papá, que te fuiste sin contagiar a ninguno de los que estuvimos a nuestro lado, porque a mamá le quedan dos días de esta cuarentena, pero no tiene síntomas, y el resto hemos dado negativo en las pruebas.
Pero no solo es la fecha de hoy la que queda marcada en el calendario de marzo. El día 25 del año pasado, que te operaron de ese bulto sin importancia, fue el ahora segundo gran susto de mi vida, cuando nos dijeron que te ibas, que te quedaban horas, y yo me aferré diariamente a tu mano, asumiendo que era el momento de que fueras tranquilo y sin sufrir, y pedía a Dios que, así, de mi mano, partieras de nuestro lado y estuvieras tranquilo. Pero fuiste superando día a día, siempre arropado, hasta ese alta ansiado; pero ya no eras el mismo, ya no controlabas la mitad del cuerpo, la mitad del cerebro no vivía, menos de 30 kg de peso, y ni siquiera te dejaban llevar tu barba por si había que ponerte respirador. Así luchábamos juntos día a día.
Un año duro, al que en su inicio, solo pedí que te llevara tranquilo, porque tu vida ya no era vida, pero era Dios quien encontraría el momento en que estuvieras preparado, porque nosotros, sin duda, no lo estaríamos nunca. Pero seguías con tus bromas y tu ironía cuando nos repetías, por tu enfermedad, "hola, hola, hola, hola", o nos hacías trampas jugando con tu nieta María, o escondías la paga para dárselas las dos cuando se la pedías a mamá, o tus besos repetidos cuando te ponía la cara delante... Y eso me hacía sufrir, porque también quería mantenerte a mi lado, pero echando de menos a mi padre, ese que ya, sin barba, no era la misma persona.
El padre de Elena empeora su estado de salud
Y llega el día 16 de marzo de 2020, segundo día de confinamiento, que te íbamos diciendo que no podíamos ir a verte a la residencia, pero tú confiado en que sí que nos dejarían entrar, insistías. Y esa misma tarde te trasladan al hospital por obstrucción intestinal, pero sin síntomas de este maldito bicho que nos ha tocado a todos en el fondo del corazón. Llegué antes que tú, te cogí de la mano, hablaba contigo aunque ni abrías los ojos, pero no quería molestarte en tu descanso. Solo te dolía la cabeza. Para que mamá pudiera entrar contigo, salí, pero antes, te di un beso en la frente, te susurré "papi, te quiero", respondiéndome "y yo a ti", "pero yo a ti más", y tú, contundente pero sin abrir los ojos, me respondiste un "eso lo dices tú, pero yo soy tu padre". Y eso es verdad, es una verdad abismal, inmensa, profunda y eterna. Lo que no sabía era que sería lo último que te oiría.
Ya entró mamá y estabas inquieto, únicamente encontrabas tus fuerzas en rezar compulsivamente, y mamá te acompañaba sin cesar. De repente, te tranquilizaste, y dijiste, ya con los ojos abiertos, que había llegado Jesús, que era alto, y que quería que te fueras a su casa. Le pediste a mamá que te dejara ir con él. Y sin aviso, sin poder de actuación, te llevaron rápidos al aislamiento, sin poder mamá despedirse de ti, sin volver a verte.
El cuerpo de su padre no pudo ser velado
Ya día a día vivíamos, todos por separado, esperando una llamada, en que nos anunciaban que no tenías síntomas, pero que estabas flojo. Y pasaban las horas. Y el fin de semana siguiente nos dicen que no quieres comer. Yo lo sabía, sabía que ya no querías luchar. Ya no había quién te cogiera de la mano y pidiera que te fueras tranquilo, pero querías hacerlo. Lo respeto papá, era tu voluntad dirigida por Dios, pero no sabes lo duro que está siendo esto.
Nos dicen que no podemos verte, no podemos despedirte, hemos de incinerar tu cuerpo pero no nos dejan ir ni siquiera al cementerio a despedirte detrás del cristal a ver como tu cuerpo se convierte en ceniza. Y ahí estás, todavía, desde hace 4 días, esperando a que se acabe este estado de alarma y podamos hacer un funeral, una despedida donde pueda venir todas las personas que te querían y admiraban desde puntos tan diversos de España, allí donde habías dejado tu semilla de cariño, humor y trabajo.
Sé que nos esperas, que nos cuidas como no lo pudiste hacer este año y sé, como, decía Quevedo, que "serán cenizas, mas tendrá sentido, polvo serán, mas polvo enamorado". Te quiero papá, pero menos que tú a mi, porque eres mi padre, siempre".
Elena Izuel.