Celibato: un poder evangelizador incomparable

José Luis Restán reflexiona sobre el sentido del celibato en la Iglesia tras su entrevista al cardenal Oullet

Celibato: un poder evangelizador incomparable

José Luis Restán

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He tenido la fortuna de conversar en El Espejo de COPE con el cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, con motivo de la reciente publicación de su libro Sacerdotes, amigos del Esposo. Para una visión renovada del celibato(Ediciones Encuentro). El cardenal Ouellet es uno de los grandes teólogos de la Iglesia forjado en la escuela de la revista Communio, donde tuvo como maestros a Urs von Balthasar y a Joseph Ratzinger. Es también uno de los principales colaboradores del Papa Francisco en la Curia romana. Hombre de gran delicadeza en sus formas y de gran precisión en sus formulaciones, tampoco desdeña bajar a la arena del debate cuando el asunto lo merece. Lo pudimos ver en su amplia controversia con el laicismo en su Quebec natal, y en su respuesta (la más amplia y vibrante) a las acusaciones del exnuncio Viganó contra Francisco.

No es casual que Ouellet haya querido publicar este original ensayo sobre sacerdocio y celibato en este momento en que la prensa internacional entona cánticos por la posible  apertura de la Iglesia a la ordenación de varones casados en determinadas situaciones, por ejemplo las dificultades para la atención pastoral a las comunidades dispersas de la Amazonía. Ciertamente, este punto figura en el documento de trabajo del Sínodo que ya está en marcha, pero como ha subrayado el Papa, no es ni mucho menos el principal de esta asamblea. Por cierto, durante la presentación de su libro en Roma, Ouellet ha dicho que no se opone al debate teológico sobre la ordenación de varones casados, pero a continuación ha explicitado con libertad que es escéptico sobre la fecundidad eclesial de esa decisión.

Frente a quienes consideran necesario relativizar el celibato para renovar el sacerdocio católico (no me refiero a la cuestión planteada en el Sínodo) el cardenal considera, por el contrario, que la ansiada y urgente renovación sacerdotal requiere un relanzamiento del celibato, una recuperación de su verdadero significado. Explica que el celibato es una confesión de fe en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y cuando uno ha sentido la llamada a seguirlo en el sacerdocio, su propio estado de vida anuncia el Evangelio. Para Ouellet «el celibato tiene un poder evangelizador incomparable, por eso la Iglesia no debe perder este valor».

En su libro el cardenal muestra especial atención a la relación del sacerdote con las demás vocaciones. Subraya que lo propio del sacerdote es estar al servicio del pueblo de Dios, debe cuidar de una familia enorme, no puede ser un hombre aislado sino que está llamado a hacer crecer a una multitud de hijos e hijas de Dios. Para eso necesita una entrega total de sí mismo. Su sacerdocio es una paternidad espiritual a través de la proclamación de la Palabra y el don de los sacramentos, y así hace crece a la Iglesia. A través de su vida, da vida a los demás, y entonces encuentra alegría y sentido en su vida célibe.

Se detiene también en la dimensión mariana, esencial para la renovación sacerdotal que auspicia en su libro. María no es solo el ejemplo de la Iglesia en su fe. Ella es la Madre de la gran familia de los hijos de Dios. «Cuando el sacerdote tiene una intimidad con la Virgen, tiene una calidad relacional distinta; si tiene esa intimidad y esa ternura propia de María, entonces va a prestar atención de otra manera a todos los fieles, de modo especial a las mujeres y a los más necesitados, a los pobres y los abandonados».

Es fundamental comprender que el sacerdocio ministerial es un servicio a la comunión eclesial, y advierte que lo que evangeliza es precisamente la comunión. Después añade que la comunión eclesial es el signo sacramental de la Comunión Trinitaria. El sacerdote está totalmente al servicio de esta presencia divina en las relaciones entre todos los miembros del pueblo de Dios, y eso es lo que da eficacia e irradiación misionera a la Iglesia, la fuerza de la comunión. Esa es también la alegría profunda del sacerdote, que le permite estar en pie frente a las desilusiones, cansancios  e incomprensiones.

Le pregunto finalmente por el Sínodo, y muestra su convicción de que Francisco lo ha convocado con una fuerte inspiración del Espíritu Santo. Se refiere al instrumentum laborisdiciendo que algunos ataques han sido unilaterales y desmedidos. Aunque es imperfecto ofrece un material necesario para comprender la situación de la Amazonía. Deja claro que el objetivo central es la evangelización, que naturalmente debe tener en cuenta su contexto y acercarse con respeto a aquellas culturas, pero sin olvidar que se trata de proponer la identidad cristiana.

El cardenal Ouellet piensa que esta asamblea debe ser una oportunidad para que «la Iglesia promueva una nueva cultura vocacional, para que nazca una respuesta de todo el Pueblo de Dios: laicos, familias, consagrados y sacerdotes, un nuevo anuncio de Cristo con esta perspectiva trinitaria». Y observa en su libro que el Sínodo «debe integrar la singularidad de la Amazonía en una búsqueda antropológica adecuada, ya iniciada por san Juan Pablo II», que responda a la cultura de la muerte que domina en los ámbitos ético, cultural, medioambiental y geopolítico. Todo eso, entiende, requiere discípulos misioneros en cuyos corazones arda el fuego del Espíritu, y entre ellos no podrán faltar aquellos consagrados en una vida célibe.

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