La Asunción de la Virgen, Pascua Mariana por excelencia

San Pablo cuando afirmó en sus Cartas que Cristo Resucitó dijo que “Él es la Primicia” y que los demás vendremos después. Y lógicamente la que le sigue es La Virgen. Justamente hoy celebramos La Asunción de María en Cuerpo y Alma a los Cielos. Será Pío XII quien proclame en el año 1950 de Fe Divina y Revelada que “La Santísima Virgen terminado el curso de su vida terrena fue asunta en Cuerpo y Alma a los Cielos”. Asunción es distinto de Ascensión.

La Ascensión es de Cristo porque Él sube por su propio Poder Divino, mientras que la Asunción es Cristo quien sube a su Madre al Cielo. La Sagrada Escritura cuenta en el Apocalipsis cómo aparece la Mujer coronada con doce estrellas y la luna por pedestal. Gritaba entre los espasmos del parto a punto de dar a luz a su Hijo Primogénito. La tradición apócrifa cuenta que la Asunción tiene lugar cuando la Virgen termina en la tierra y muere. Los Apóstoles le lloran y le sepultan.

Ese día están todos menos Tomás. Cuando vuelve le cuentan lo sucedido y él pide verla. Los otros le recuerdan su duda en la Resurrección del Maestro. Pero él insiste. Entonces acceden y van al Sepulcro. Cuando lo abren no está. Tomás les dice que pidió venir porque cuando regresaba de su predicación vio en el horizonte a la Señora que subía gloriosa hacia el Cielo llevada por ángeles. A lo largo de la historia, la Iglesia Oriental celebra en el siglo IV la Fiesta del recuerdo de María.

En el siglo VI se vivía su “muerte, resurrección y Asunción”. En el siglo VII ya se hablaba de su “Dormición” y “Asunción”. En la tradición occidental San Agustín defendía en su pensamiento que la Madre de Dios no conoció la corrupción del Sepulcro. Esto también lo defiende siglos más tarde San Bernardo de Claraval o Santo Tomás de Aquino. En 1849 llegaron las primeras peticiones al Vaticano para que se proclamase como Dogma de Fe la Asunción de la Virgen, hecho que se produjo un siglo después.