5ª FERIA DE MANIZALES

Temple de Talavante y firmeza de Rufo para cortar una oreja en Manizales

El penúltimo festejo de la Feria de Manizales dejó los trofeos paseados por Talavante y Rufo. Vuelta para Emilio de Justo.

Alejandro Talavante durante su actuación este sábado en la Feria de Manizales (Colombia)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La corrida inició con faroles de Alejandro Talavante ante un toro de hechuras armónicas, sin exageraciones, que se fue parando a medida de que avanzó la faena de muleta. Sin ese fondo tan necesario, el torero extremeño vio naufragar ese, su primer turno. Palmas.

Casi inédito se fue el cuarto tras irrumpir en el albero. Hasta que Talavante se puso de rodillas en los medios. Ahí el ejemplar de Rincón fue con mayor acometividad, aunque con limitaciones de fuerza y recorrido a la hora de tomar el engaño. Poco a poco, el de Badajoz se sintió más a gusto y, con él, los asistentes. Una oreja, luego de espadazo entero.

El primero de Emilio de Justo anduvo suelto a placer en el primer tercio y generó desconfianza en la medida de que la excesiva violencia fue aflorando en él. Entre esa falta de clase y la negativa a responder a los ofrecimientos del torero español, la plaza vio pasar en blanco esa segunda oportunidad del festejo.

El mismo De Justo buscó confirmar los atributos del quinto en cites de largo. Y lo logró con tandas de trapo rojo en las que sobresalieron mando y largura frente a la boyantía del animal, blando por momentos. Siempre yendo arriba en la categoría de la lidia ejecutada, el cierre sobrevino con pinchazo previo a la entera que le permitió al torero cosechar vuelta al ruedo tras aviso, luego de petición.

Una gran vara de Luis Viloria fue el momento más emocionante tras la aparición en el ruedo del tercero del festejo. Dos pares de banderillas de José Garrido, dignos de la historia de la plaza, fueron el siguiente capítulo de una novela de categoría que Tomás Rufo comenzó a escribir con muletazos largos y templados. Entonces, el de Talavera de la Reina se hizo amo y señor de su enemigo, la arena y la plaza entera. Faena de cante grande con un toro de por medio que supo irse arriba, lastimosamente mal rematada con la espada. Saludo tras aviso.

Y en el del adiós, Rufo apeló a técnica y firmeza para convocar al de Las Ventas del Espíritu Santo y pedirle que se uniera a la causa. La obra fue creciendo en dimensión a medida de que las tandas de muleta tuvieron continuidad, eso sí, sin que el toro alcanzara trascendencia. Y menos una vez el ejemplar quiso encontrar el abrigo de las tablas. Entera.

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