Una exposición sobre altares improvisados a víctimas del terrorismo refleja que apenas hubo con ETA
El Memorial de Víctimas del Terrorismo de Vitoria exhibe en la Plaza de la Memoria 23 fotografías "En amoroso recuerdo de lo que se ha perdido", que es el títuo de la muestra
Vitoria - Publicado el - Actualizado
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Se cuentan con los dedos de una mano los altares levantados de forma espontánea a las víctimas de ETA. Se hizo con Miguel Ángel Blanco y también con Fernando Buesa y su escolta Jorge Díez, pero son casi la excepción. Y es que nuestro "terrorismo doméstico" contó con un respaldo social que provocó el ahogamiento de cualquier gesto solidario hacia los asesinados y sus familias.
Asi lo ha explicado el historiador del Memorial de Víctimas del Terrorismo, Raúl López Romo, en la presentación de la exposición "En amoroso recuerdo de lo que se ha perdido" que recoge imágenes de homenajes improvisados que se llevaron a cabo tras atentados terroristas en diferentes ciudades europeas con las que se pretende recordar cómo reaccionó la sociedad.
López Romo ha señalado que "estamos acostumbrados a ver estos memoriales" espontáneos desde la muerte por accidente de tráfico de Lady Di, que llenó el Palacio de Buckingham de 60 millones de flores, aunque seguramente ya había altares improvisados "antes", en el siglo XIX, si bien es a partir de 1997 cuando se empezaron a ver con frecuencia.
Nueva política de memoria
Los altares improvisados por la ciudadanía suponen una "nueva política de memoria" ha asegurado la directora general de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, Montserrat Torrija, que ha acompañado a la comisaria de la muestra, Ana Milosevic, en su presentación.
La muestra, que se puede visitar hasta el 13 de marzo en la Plaza de la Memoria, está compuesta por 23 imágenes que hilvanan distintos altares levantados en Europa tras un atentado terrorista perpetrado entre 1969 y 2023, entre ellos los yihadistas de Bataclan en París, , Barcelona u Oslo.
Una de las imágenes es de un homenaje que tributaron varios estudiantes al dirigente del PSE Fernando Buesa y su escolta, el ertzaina Jorge Díez, en el lugar en el que murieron, cerca de la UPV, el 22 de febrero de 2000, en Vitoria, en un atentado de ETA.
La exposición invita al visitante a realizar "un viaje conmovedor" hasta el doloroso recuerdo de los atentados, busca captar la "esencia del dolor y del duelo así como la presencia duradera del amor en medio de la tragedia" y celebra la capacidad humana "de sanar, recordar y construir un futuro, según se recoge en los textos que acompañan la muestra.