‘Crónicas perplejas’: "No hay nada comparable a amanecer junto a la persona a la que amas”

Habla Antonio Agredano de dormir, de lo bueno que es el sueño y la mejor manera de dormir cada noche

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‘Crónicas perplejas’: "No hay nada comparable a amanecer junto a la persona a la que amas”

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Así nos lo cuenta Agredano:

Mi única manía para dormir es tener la conciencia tranquila. La cama es una batalla contra nosotros mismos. En la noche hacemos evaluación de daños. Lo que quedó pendiente durante el día; lo que, a todas luces, sobraba. La mañana se convierte a menudo en un refugio contra la incertidumbre y los remordimientos. Por eso me gusta dormir con la persiana subida, para que la luz, la real y la metafórica, me vaya despertando poco a poco. Para que el cielo me recuerde que, tras la oscuridad, siempre llegará una claridad irrebatible.

“El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, sino en el deseo de dormir junto a alguien”, escribió Milan Kundera en su ‘Insoportable levedad del ser’. Aunque todo ese amor luego se convierta en una guerra por el edredón o una incomodidad de alarmas sonando a horas distintas o estruendosas respiraciones o una sucesión de noches en vela. No hay nada comparable a amanecer junto a la persona a la que amas. Los besos tímidos. El olor a café. El futuro. Todos los deseos son el mismo: que los amores perduren. Que cada mañana sea nuestra primera mañana.

Al sueño hay que llegar cansado y satisfecho. Orgulloso de lo vivido. Al sueño hay que llegar con exigencias en el corazón y en el cerebro. Al sueño hay que llegar con entusiasmo, y no con hastío. No con culpas. No cargando un saco de medias verdades. Estas son mis manías. Y luego, las sábanas de algodón, la almohada dura y esta sensación de haber exprimido el día, de haberme dejado el alma, incluso en las tareas más livianas. Que la cotidianidad no pase sobre nosotros, sino que la habitemos con dedicación y esfuerzo. Para que la noche nos acoja con cariño. Para que la mañana nos despierte con renovada fuerza. Enjuagar las inquietudes. Lanzarnos al abismo del presente. Dormir, al fin y al cabo, es una tregua que firmamos con nuestra mayor enemiga, que no es otra que nuestra, tan humana, inconsistencia.

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