'Crónicas perplejas': “Lo que pasa en la feria se queda en la feria”

Habla Antonio Agredano de las ferias y recuerda sus primeras veces en la de Córdoba

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La semblanza de Antonio Agredano a las ferias en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

En la feria pasan cosas. Y a mí me encanta que, en la vida, de vez en cuando, pasen cosas. Porque bastante monótonos son los días, bastante repetitivos son los dramas, como para no necesitar eso: que suceda lo imprevisible. Bailar sin gracia, pero feliz, en la esquina de una caseta, con una copa en la mano izquierda, y la cintura de un amor efímero, girando como un capote, en la mano derecha.

Lo que pasa en la feria se queda en la feria. Si en la feria, como en Las Vegas, instalaran capillas abiertas de madrugada, la gente se casaría en la feria. En la feria hay papas rellenas y papas a secas. Hay coches de tope. Hay amigos por todas partes. Hay relojes rotos, porque a uno siempre se le hace tarde; y hay, sobre todo, una alegría que no es comparable con ninguna otra alegría. Una burbuja de exceso, júbilo y despreocupación. Algo único que dura apenas unos días. Por eso pasan cosas. Porque como estamos allí, no se está en ningún otro sitio.

Jarana es una palabra que me define. Es un resumen de todos los deseos. En la Feria de Córdoba di mi primer beso. A espaldas de la caseta de El Capirote. Con Azahara. Teníamos quince años. Hacía un calor insoportable. Ella, que estaba más bregada que yo en el amor, se separó un poco y me dijo: "Antonio, la lengua más suave". Entre la inexperiencia y los nervios, mi boca parecía una tuneladora. Recuerdo que al otro lado del fino muro sonaba la milonga del marinero y del capitán de Los Rodríguez. Siempre que paso por aquella caseta, me acuerdo de Azahara. Un saludo si me escucha. Sigo besando igual de mal, pero aún guardo el recuerdo de su olor.

En la feria fue mi primera borrachera. Esas cervezas de litro en vaso de plástico compartidas por cuatro o cinco colegas. Me monté en el autobús de vuelta a casa y parecía que iba de pie en una canoa. En la feria también fuimos niños. Yo me caí de un poni. Y un año me hice una foto con un mono vestido de corto. El mono, no yo. Yo iba con una camiseta de Fido Dido. Pasan tantas cosas en aquellas calles. Los vinos dulces que tomaba con Carmen en el puesto de El Baturro. Las madrugadas con María en la caseta del Juan XXIII. Mi hermana durmiendo entre dos sillas al lado de los bafles y sin inmutarse.

En las ferias siempre pasan cosas. Y que no acabe nunca ese entusiasmo por la risa, por los abrazos, por los besos y por la vida.

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