‘Crónicas perplejas’: "Uno cree que la juventud dura para siempre. Pero nada hay más breve que la belleza"
Habla Antonio Agredano del paso del tiempo, de lo que a algunos les cuesta afrontar la edad y lo que hacen por ocultarlo
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Habla Antonio Agredano En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.
Llega un día en el que, estando en la cola de la pescadería, alguien pide la vez y otro responde: “Yo voy detrás de este señor·”. Y te señala. Porque el señor, de repente, eres tú. Atrás quedan los botellones, las pachangas y las sudaderas con capucha. Ya para siempre serás ese señor que espera en la cola con una bolsa de flores y un monederito negro lleno de calderilla. Ese adulto. Con todo el peso del tiempo sobre sus hombros. Ya, a partir de ese día, empiezas a comprar camisas de cuadros en el C&A una talla más grande que la tuya, para estar cómodo. A partir de ese día los pantalones de pana te parecen una opción respetable. A partir de ese día llevas el paraguas encima por si llueve. A partir de ese día presumes de Skechers. A partir de ese día, ves el programa de Juan y Medio con otros ojos.
Uno cree que la juventud dura para siempre. Pero nada hay más breve que la belleza. Los espejos nunca mienten. Tengo tantas arrugas en la frente que podría ponerme los sombreros a rosca. Lo mío ya no son patas de gallo, son garras de velocirraptor. Y lo que duelen las rodillas ahora. Como se nuble un poco el día, empiezo a caminar como Mazinger Z harto de rebujito. Hay que estar preparado para este momento. Siempre llega. Por más motos que uno se compre, por más cremas que uno se eche, llega ese momento en el que te llaman ‘Señor’. O te dicen, y esto es muy cruel, esa frase demoledora que es: “Estás muy bien para la edad que tienes”.
“Estoy viejo”, digo en el Instagram. Y me dicen: “Viejos son los trapos”. Como para animarme. Pero que no es verdad, que yo no tengo resacas, que yo tengo convalecencias. Que cuando voy al médico compito con otras señoras para ver quien está más malo. Que cuando estornudo, se me sale un poquito de pipí. Que he caído en el agujero ya. Y lo sé. Y mira que me consuelo viendo First Dates, porque siempre hay alguno que está peor que yo.
Lo que no sé aún es si operarme. Veo a las famosas operadas y tienen todas la misma cara de lince ibérico. Esa mirada felina, esos pómulos reventones… sólo espero que crucen mejor la carretera que los linces de verdad. En fin, los espejos son crueles, pero más cruel es no saber llevar con dignidad el tiempo que nos toca vivir. Estoy cerca de ser ese señor que espera en la pescadería. Pero ya estoy preparado. Me faltan algunos detalles: la gorra de la Caja Rural, un móvil de teclas grandes y el teléfono de Juan y Medio apuntado en la cartera. Por si las moscas.
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