Luis del Val, a Marlaska: “No dimita, humíllese ante el partido de los que pretendían asesinarle”
Habla el profesor del ministro Fernando Grande-Marlaska y sus acciones al frente del Ministerio del Interior
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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de ‘Herrera en COPE’ en el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska:
Es fascinante la capacidad de autodestrucción del ser humano, y cómo una persona, que ha estado luchando contra corriente la mayor parte de su vida, se deja llevar hasta la orilla del fango y se hunde cada día un poco más. Hijo de un policía municipal y de una costurera, se convirtió en juez. Y ejerció en la ciudad en la que nació, en Bilbao, y dictó sentencias contra los asesinos de ETA, y fue amenazado de muerte y, a partir de ese momento, vivió siempre a la sombra de uno o dos guardaespaldas. Luchó contra el rechazo de la sociedad sobre su orientación sexual, incluso el rechazo de su propia madre. Y tuvo la enorme valentía de enfrentarse a todo y a todos para defender su derecho, él que era un profesional del Derecho. Hasta que llegó a ministro de Interior. Y el mismo hombre que salía de casa al juzgado o a la Audiencia de Bilbao, sabiendo que podría estallar un artefacto o sonar un disparo, se convirtió en protector del club de admiradores de los asesinos, y colabora activamente para que los asesinos vuelvan a las cárceles vascas y el PNV les ponga en libertad, a cambio de mantener a Pedro Sánchez y a él mismo, en el Gobierno, y despacha de Navarra a la Guardia Civil, algunos de cuyos miembros dieron su vida por proteger a los navarros, o intenta extorsionar a un coronel de la Guardia Civil, y le presiona paran que falte a su honor.
Pero el coronel resistió, y el antaño valiente, convertido en un soberbió, le cesó, y el Supremo ha puesto de relieve la dignidad de Pérez de los Cobos y la indignidad de un ministro de Interior que no ha aprendido que ser un juez digno es más importante que ser ministro, sobre todo cuando puede ser ministro incluso Ione Belarra o Irene Montero. No dimita. Húndase un palmo más en el fango. Humíllese ante el partido de los que pretendían asesinarle, y demuéstrenos hasta qué grado puede llegar el descrédito y la ignominia de una persona, que causaba admiración y, hoy, produce una mezcla de lástima y repugnancia.
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