• Jueves, 08 de agosto 2024
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El monólogo de Mario Alcudia: "Justicia y Misericordia en la reparación a las víctimas de abusos"

El presentador de 'La Linterna de la Iglesia' reflexiona sobre el plan de reparación integral de las víctimas de abusos aprobado por los obispos y la CONFER en Asamblea Plenaria

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Redacción Religión

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 23:38

¿Qué tal? Muy buenas noches.Con el deseo de intentar reconstruir lo dañado, esta semana los obispos españoles han dado un paso más con la aprobación en la Asamblea Plenaria Extraordinaria de las líneas que orientan la acción de la Iglesia en relación a los abusos sexuales cometidos contra menores en el seno de la Iglesia católica, así como el plan de reparación integral a las víctimas y sus criterios orientadores. Todo ello para escuchar y acompañar a las víctimas.

El PRIVA, como decía estos díasmonseñor Argüello, no significa el comienzo de este trabajo, porque ya se lleva tiempo trabajando en ello… pero sí que dota de criterios comunes. Se promueve la denuncia de los abusos ante las autoridades correspondientes, confiando a la justicia ordinaria el establecimiento ordinario del marco de reparación oportuno. Pero cuando el cauce legal no es posible, por la prescripción legal del delito o por el fallecimiento del victimario, la Iglesia sostiene que toda víctima, también en estos casos, debe ser acogida, atendida y reparada de manera integral.

Este Plan es reflejo claro de los esfuerzos para encontrar soluciones entre todos, en medio de ese camino de tanto dolor y sufrimiento; la atención psicológica y escucha, el asesoramiento canónico y jurídico a las víctimas y la reparación en el campo económico, tanto la indemnización del daño moral como los gastos provocados por los tratamientos que la persona haya podido necesitar.

Se abre un cauce en el que la víctima, como es lógico, se sitúa en el centro de la reflexión, buscando la verdad y la justicia, todo a través de una acción coordinada. En este sentido, la aprobación cuenta con el visto bueno de los obispos y de la Confederación Española de Religiosos, y para su aplicación se ha creado un órgano que coordinará la respuesta integral. Una Comisión Asesora que tendrá como objetivo evaluar cada caso de manera singular para analizar los daños causados a las víctimas y definir las vías de reparación a las entidades que deban llevarlas a cabo. Estará formada por diez personas: cuatro expertos del ámbito médico forense, cuatro del ámbito jurídico y un representante de la CEE y otro de la CONFER, convocando además cuando sea necesario a un representante de las víctimas o de las asociaciones que trabajan con víctimas. Y es que se pretende evitar toda revictimización, para que la víctima no tenga que volver a pasar por el trago de contar su caso cuando las oficinas diocesanas, de congregaciones o del Defensor del Pueblo ya cuenten con esa información.

Es, como te estoy contando, la puerta abierta de la Iglesia para escuchar y acompañar a las víctimas, para lo que el presidente de la CEE pedía respeto a la sociedad y a las administraciones públicas. Y es que en la víspera de su aprobación el Gobierno, usando el domingo su medio de cabecera, el diario El País, revelaba el contenido de una carta enviada por el Ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, a monseñor Luis Argüello, donde le pedía no aprobar el Plan sin contar con la supervisión del Ejecutivo. Así, el lunes convocaba de urgencia a las víctimas. Una maniobra que sí bien no nos sorprendía, es a todas luces lamentable; el intento de poner una vez más a las víctimas contra la Iglesia, a las que intenta monopolizar o instrumentalizarla, anteponiendo así el posible beneficio político a la verdadera solución de fondo que este drama social necesita.

Como te digo, es esa puerta abierta de la Iglesia española a la reparación de las víctimas de abusos, sumándose así a la petición del Papa, en el firme compromiso de ventilar esta realidad, sintiendo esa vergüenza sanadora que abre las puertas a la compasión y ternura del Señor, que no confunde misericordia con justicia.

Se trata de la detección y prevención de los abusos, de la escucha, acompañamiento y reparación en su dolor a las víctimas y, también, de crear conciencia sobre esta lacra que corrompe el corazón de la Iglesia. Y romper, además, con la cultura de la ocultación para que no se repitan estos hechos porque, como muy bien nos recuerda Francisco, la cultura del abuso y del encubrimiento son incompatibles con la lógica del Evangelio. Es un camino lento pero imprescindible para que estas personas sean sanadas y encuentren de nuevo en la Iglesia el abrazo del Señor a través de una fe y de una alegría restaurada.

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