Fernando de Haro: "No es exagerado pensar que dentro de unos años Tierra Santa pueda quedarse sin cristianos"

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Este es el sonido que se escucha en este momento en la explanada que hay en frente de la basílica de Belén.

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En esa explanada siempre cuajada de peregrinos, no se escuchan mas que las hojas de las buganvillas que mueve el viento. La autoridad nacional palestina tiene prohibidas las peregrinaciones. Belén, el pueblo donde nació Jesús, es un pueblo que depende en un 80 por ciento de los peregrinos. Y hace nueves meses que no llegan esos pregrinos. Todos los comercios tienen cerradas sus puertas en la calle principal.

El alcalde de Belén ha mantenido las celebraciones, con luces callejeras incluidas, pero el pueblo es un pueblo fantasma. La pandemia va a incrementar la gran lacra de Belén y la gran lacra que desde hace años sufren los cristianos palestinos: la inmigración.

En Israel viven alrededor de 130.000 cristianos y en los Territorios Palestinos unos 47.000. Desde hace un siglo las diferentes olas migratorias han convertido a los bautizados en una minoría dentro de la minoría. La sangría de población cristiana continúa. Uno de cada cuatro cristianos tiene algún miembro de la familia que ha marchado de Tierra Santa. Los motivos para abandonar Tierra Santa, fundamentalmente, son el conflicto de Palestina con Israel y el problema económico. Un 65 por ciento se marcha por ese conflicto y un 16 por el problema económico Por eso es una mala noticia que en los últimos meses haya avanzado la anexión israelí de territorios en Cisjordania, y es mala noticia que se haya consolidado la expansión de los asentamientos. Sería muy importante que el cambio de presidencia en los Estados Unidos sirviera para frenar de algún modo esa política.

En la franja de Gaza, gobernada por Hamas, las presiones a los pocos centenares de cristianos que todavía no se han marchado provienen de los islamistas. Esta misma Navidad se le ha prohibido a los musulmanes que celebren, como era tradicional, las fiestas con los cristianos. En el norte de Israel, en Galilea, los cristianos árabes israelíes siguen siendo ciudadanos de segunda categoría. Y en Jerusálen la presión de grupos judíos radicales y no tan radicales para que los cristianos vendan sus casas es creciente. No es exagerado pensar que, si no cambian las cosas, dentro de unos años Tierra Santa, el lugar donde nació Jesús, pueda quedarse sin cristianos. Eso sería una tragedia para Israel y Palestina, porque los cristianos son un factor de paz y reconciliación. Y sería una tragedia para el cristianismo que sin la memoria de esos cristianos tendría más fácil olvidarse de que su origen y su desarrollo es siempre un acontecimiento que sucede en un determinado sitio, en un momento preciso.

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