"Hamás y Hezbolá están teniendo un duro castigo, pero han creado el caldo de cultivo del que se nutren"
La directora de 'La Tarde' analiza qué ha cambiado en Oriente Próximo tras cumplirse un año de los atentados de Hamás en Israel, que desataron una guerra que continúa a día de hoy
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El mundo cambió un poco más hace un año y lo hizo a peor.
Nada que no sea la ira y el odio sirve para explicar por qué miles de terroristas cruzaron la frontera con Israel para matar, violar y secuestrar indiscriminadamente a colonos israelíes o a los jóvenes que se divertían en un festival de música en el desierto: 1.200 muertos y 240 secuestrados de los que todavía quedan un centenar en paradero desconocido.
En Oriente Próximo la paz siembre ha estado caminando sobre un alambre de funambulista, pero hace un año Hamás cortó ese cable y la paz se desplomó en caída libre. Lo que ha venido después es una espiral de violencia sin piedad. Israel lo llama justicia, pero buena parte de la comunidad internacional lo llama venganza.
La maquinaria de guerra Israelí ha entrado en una inercia imparable, como un tanque sin frenos, en una cuesta abajo.
No ha habido reparos a la hora de arrasar Gaza y cuanto más ha aumentado la presión internacional, más ha apretado Israel en esa franja.
El número de muertos se cuentan por decenas de miles. Entre otras cosas porque Hamás se ha ocultado entre la población civil buscando un escudo humano que Israel ni siquiera se ha planteado evitar. Como si fuera un bucle, el guion se empieza a repetir en el Líbano donde Hezbolá está descabezado, pero no desaparecido.
Hasta aquí es historia que todavía estamos escribiendo. A partir de aquí se abre un futuro incierto y como en cualquier guerra, caótico.
Irán lleva mucho tiempo agitando el árbol de la guerra en Oriente Próximo, utilizando sus ramificaciones de Hamás en Palestina y Hezbolá en el Líbano. No es descabellado pensar que desde Teherán alentaran el ataque terrorista de hace un año para reventar los acuerdos que Israel estaba alcanzando en la zona con países como Arabia Saudí, la némesis de Irán en el mundo islámico.
En este año Israel ha podado las ramas de ese árbol y ahora su maquinaria bélica apunta hacia el tronco, mucho más difícil de cortar. Atacar Irán es un escalón complicado de subir y en el que no se puede tropezar.
Irán es un país con un ejército numeroso, nutrido, pero tecnológicamente está muy lejos de Israel. La gran duda es hasta qué punto, el régimen de los ayatolás, ha conseguido desarrollar su capacidad de armamento nuclear. Se sabe que estaba cerca de alcanzar el enriquecimiento de Uranio necesario, pero no hay una certeza de que lo haya conseguido. Esta es una variable que seguramente Israel tiene ya en cuenta y abre un escenario totalmente inédito e inquietante.
El caso es que en esta parte del mundo también estamos coqueteando con la amenaza nuclear como si no tuviéramos suficiente.
Un año después de los ataques terroristas de Hamás, el círculo vicioso de la guerra sigue girando con más fuerza. Hamás y Hezbolá están teniendo un duro castigo, pero en el fondo han creado el caldo de cultivo del que se nutren.
Mientras tanto, la paz en Oriente Próximo sigue cayendo por el abismo.