La decadencia del sultán
"Hasta esta semana podía haber todavía alguna duda sobre si quedaban en Turquía atisbos de democracia"

Escucha la línea editorial de la mañana del viernes 21 de marzo de 2025
Madrid - Publicado el
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Hasta esta semana podía haber todavía alguna duda sobre si quedaban en Turquía atisbos de democracia. La detención del alcalde de Estambul y principal líder opositor despeja la cuestión. El líder socialdemócrata no es el primer político encarcelado. Erdogan ha usado todos los resortes del Estado para perseguir también a periodistas y empresarios críticos. La impresión generalizada, sin embargo, es que esta vez ha cruzado una línea roja muy peligrosa. Salvo improbable rectificación, la situación solo puede degenerar. El cálculo de Erdogan ha sido simple: las conversaciones con la guerrilla del PKK hacen previsible que, durante un tiempo, los kurdos, pieza clave de la oposición, queden desactivados. El momento internacional, debe pensar también, le favorece, sobre todo el regreso de su amigo Donald Trump. Turquía es también esencial en la Europa de la Defensa que se está gestando a velocidad de crucero, motivo por el que la crítica en público desde la Unión está siendo más bien tibia. Claro que, pese a ese silencio, la situación no facilita el diálogo para incorporar a Turquía al fondo europeo de rearme, herramienta que, en circunstancias normales, supondría una magnífica oportunidad para Ankara de acercamiento a la UE. Son detalles que poco importan a Erdogan, obsesionado con perpetuarse en el poder más allá de 2028. Tras haber quebrado la confianza en Turquía con su errática política económica, su viraje hacia el autoritarismo sin caretas puede suponer la puntilla a la estabilidad económica y social del país. Al sultán, en su decadencia, no le importa arrastrar a los 85 millones de turcos.