El mando de Perera y tres buenos toros de Montalvo en el cierre de Valdemorillo

Marcaban las cinco y veinte cuando quiso asomar el que toro que abrió el último festejo de la Feria de San Blas y la Candelaria. Tras las ovaciones de inicio, el himno nacional, más ovaciones y que el abreplaza se partió el pitón derecho contra un burladero, el inicio real del festejo se demoró más de la cuenta. Saltó al coso cubierto un sobrero de liviano trapío que se movió poco formal por el pitón derecho y humilló más por el izquierdo. Sin terminar de ajustarse, Ferrera dibujó algún natural de largo trazo. Cuando la gente comenzaba a meterse en la faena, el extremeño volvió al derecho sin mucho sentido, se perdió la unidad y se le recriminó que alargase el trasteo cuando éste menguaba en su interés. La estocada arriba puso fin a la labor de Ferrera.

El cuarto fue, por cuajo, el padre de sus hermanos de finca. Éste de Montalvo tuvo un gran fondo de casta, nobleza, duración y buen son por ambos pitones. Ferrera volvió a quedarse en la superficie, sin profundizar más allá de un toreo que tuvo más de acompañamiento que de sometimiento. Llegó al tendido por su gestual concepto y su forma de expresarse en la cara del toro. Un pinchazo hondo en la yema y un golpe de verduguillo dieron paso a una petición que no llegó a mayoritaria según el palco. La vuelta al ruedo supo a poco mientras fue justa la ovación que se llevó de camino al desolladero “Majito”.

Miguel Ángel Perera enlotó como primer toro a un astado tan noble como bajo de casta. Muy sobrado el pacense que, a base de pulso y técnica, alargó mucho los muletazos por ambos pitones. Faena larga y profusa que acabó a menos en intensidad y con una estocada caída que necesitó de un golpe de descabello.

Lo importante de Perera llegó con el notable quinto. Un toro codicioso y humillador con el que el extremeño firmó una faena con dos partes distintas. Una primera más correcta en la que hubo altibajos en cuanto a acoplamiento en alturas y pulso. Pero todo explotó en un final de infarto en las distancias cortas. Ahí Perera es el puto amo. Hizo ochos con el toro alrededor de su anatomía y se dejó llegar los pitones a milímetros de los bordados. Bullía La Candelaria. Pinchó antes de agarrar un monumental volapié. Se hizo de rogar el palco, pero acabaron cayendo las dos orejas.

Alejandro Marcos aprovechó pronto su oportunidad en Valdemorillo. Gustó su capote y una acinturada media para abrochar un quite. Después a la faena le faltó conjunción, pero el salmantino espolvoreó varios muletazos de gran sabor y expresión tanto en redondo como al natural. La emoción creció al irse tras de la espada. Hizo un extraño el de Montalvo y se le fue al pecho al torero. La espada viajó desprendida pero la petición resultó suficiente para que Alejandro pasease la primera oreja de la tarde.

El sexto se arrancaba de largo cuando Marcos le ponía la muleta por delante y se venía con alegría en sus embestidas. El torero charro volvió a dejar muestra de su empacado concepto y gustó de mitad de faena en adelante, cuando las tandas tuvieron más reposo y ajuste. El acero se llevó el posible trofeo y la puerta grande.

Valdemorillo (Madrid), domingo 6 de febrero de 2022. 3ª de Feria. Tres cuartos de plaza.

Toros de Montalvo, el primero como sobrero. Desiguales de presentación, más cuajados los tres últimos. Manejables pero bajos de raza los tres primeros. Encastado, noble y con duración el cuarto, el más completo. De gran fondo y humillador el quinto. De alegre movilidad y clase el sexto.

Antonio Ferrera, saludos y vueltas tras aviso.

Miguel Ángel Perera, saludos tras aviso y dos orejas tras aviso.

Alejandro Marcos, que sustituía a Cayetano, oreja y saludos.