La época romana más insalubre: cuando los médicos solo eran hombres

Viene de vez en cuando por Fin de Semana con Cristina un hispano romano que siempre nos intenta convencer de que hemos cambiado muy poco desde los tiempos de la Roma antigua. Esta vez para hablar de doctoras, de mujeres médico en la antigua Roma. Él es Paco Álvarez, autor de “Mitomorfosis”, que explica que ya había doctoras en medicina en la antigua Roma: “En Roma, como ahora, las mujeres podían ser doctoras. Para que te hagas una idea de lo importantes que eran las médicos entonces, Plinio el Viejo, en el siglo I de nuestra era, hace dos mil años menciona en sus obras a nada menos que trescientas veintisiete doctoras griegas y cuarenta y seis romanas no sólo que fueran médicos, sino que habían escrito importantes tratados sobre medicina”.

¿Doctoras romanas?, ¿tantas?, ¿y conocemos la obra de algunas todavía? “Sí, por supuesto”, explica Paco, que detalla que “sabemos de Metrodora, de quien se conserva parte de su obra, que fue utilizada como manual de referencia al menos hasta el siglo XVI, o de una cirujana militar de tiempos de Galeno que es quien la menciona, llamada Margareta, o de Aurelia Alexandria Zosima, famosa por su ciencia y buen hacer o de Augusta, doctora tan importante que recibió el título honorífico de jefa de medicina de su pueblo (motivo por el que conocemos su nombre), o el de Metilia Donata, quien alcanzó tanta fama y dinero en su profesión que dedicó y financió un edificio público en su ciudad de Lyon, en la Galia. La doctora Antioquía de Tlos, fue tan famosa que su municipio le erigió en vida, una estatua por suscripción pública”.

Desde luego parece que estaban bien cuidados por doctoras los romanos, ¿y qué pasó? ¿Cuándo vino el cristianismo se prohibió ejercer a las mujeres la medicina? “No Cristina”, zanja Álvarez, “eso es un mito”: “El que las mujeres fueran doctoras no tiene que ver con el cristianismo sino con Roma. Fue después, cuando la civilización cayó, cuando se prohibió a las mujeres estudiar. Doctoras romanas cristianas son tan conocidas como la doctora Fabiola, quien en el siglo IV solía acompañar a san Jerónimo, utilizando su ciencia para cuidar gratuitamente a los pobres. San Jerónimo nos brinda los nombres de otras quince mujeres cristianas de su época que habían estudiado medicina y se dedicaban al cuidado de los enfermos de manera caritativa”.

Así que no fue por temas religiosos, y lo cierto es que tardamos mucho tiempo en volver a tener mujeres doctoras: “Muchísimo. Demasiado. Lo que explica que la época más insalubre fuera la que va desde Roma hasta principios del siglo pasado. Salvo algunas excepciones, como María Isidra de Guzmán quien en el siglo XVIII alcanzó el Doctorado en su caso en Filosofía y Letras en la universidad de Alcalá de Henares y luego fue la primera académica de la Lengua mujer, habría que esperar a que en 1849 para que una señora llamada Elizabeth Blackwell, tras haber sido rechazada por querer estudiar medicina en al menos diez universidades, fuera admitida en Nueva York y se doctorara en Medicina. Aun así le recomendaron no ejercer sino que se dedicara a la enseñanza… ¡Una mujer doctora! ¿quién se iba a fiar?”

Por tanto, hasta hace “un rato” las mujeres no volvieron a ejercer un derecho, el de ser doctoras, que ya teníamos en la antigua Roma: “Me temo que así es. Tras Blackwell, la primera doctora francesa se licenció en 1875, la primera italiana en 1877, en España en 1882… hasta 1947 para que a una mujer le dieran el Nobel de Medicina, a Gerty Theresa Cori, y encima se lo dieron en unión con su marido… y eso que la primera mujer médico que conocemos en la Historia es la egipcia Mery-Ptah, que ejerció hace más de 4.700 años”.

Hoy en España alrededor del 60 % de los médicos, unas 84.000, son mujeres, algo que, según Paco, “explica que nuestro sistema sanitario sea de los mejores del mundo”, termina el divulgador.